Publicado el martes 09 de junio de 2020.
María José Muñoz se ha pasado la vida debatiéndose entre la docencia y la práctica clínica. Y siguiendo ambas pasiones, se ha embarcado en aventuras internacionales en varias partes del mundo.
Su última experiencia presencial la vivió en España durante 12 años primero dentro del staff de una clínica en Pollensa, en la isla de Mallorca (España) y posteriormente como vicedecana de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Europea de Madrid. Pero hoy la península la mira desde lejos, porque en marzo de 2019 retornó a Chile para cuidar a su madre. Actualmente, María José es directora de la carrera de Odontología UNAB Concepción y al momento de esta conversación, nuestro país y el resto del mundo sufren la primera pandemia en un siglo.
Pero, aunque el mundo se venga abajo, «el Coronavirus no ha parado mi trabajo», dice. «En el encierro sigo internacional, porque actualmente estoy ayudando al rediseño del Plan de Estudios de la Universidad Peruana Cayetano Heredia y apoyando su plan de implantación de la simulación en odontología . Además, estoy preparando una asignatura para la Universidad de Siena y una charla para odontólogos de Bolivia», a lo que hay que sumar su doctorado en Medicina de la Universidad de Barcelona, el cual está terminando.
Además, en los últimos años ha colaborado en el ámbito de la docencia en países como Perú, Italia y Chipre. En este último territorio colaboró con la apertura de la carrera de Odontología en la Universidad Europea de Chipre. «Lo que hicimos con ellos fue integrar las asignaturas con la práctica en etapas tempranas bajo estándares europeos y americanos» cuenta. «Fue una experiencia muy enriquecedora y actualmente tienen alumnos de toda Europa». Gracias al proyecto de simulación háptica que lideró en España, colaboró en su adopción en países como Honduras, México, Ecuador y Perú.
Pero también hace algunos años se animó a hacer voluntariado, incorporándose a las filas de la ONG Dentistas Sobre Ruedas en 2009 en Mauritania y Senegal. Luego, tras el terremoto en Haití, tuvo la oportunidad de realizar un viaje de prospección a la zona. «Esta organización monta clínicas en camiones en desuso y los llevan a lugares remotos», cuenta. Y así fue como pudo conocer la enorme brecha de desigualdad en Puerto Príncipe o la realidad de las jóvenes de Senegal y Mauritania. «En ese país nosotros atendimos a una chica con un problema dental, que para nosotros era un problema estético, pero para ella era un asunto de sobrevivencia que le impedía acceder al matrimonio. Cuando la ayudamos estaba muy agradecida, porque en ese país, una mujer sola es sinónimo de pobreza».
Así, María José ha viajado por el mundo enseñando y practicando la odontología. Uno de sus primeros recuerdos de infancia se remonta casi treinta años, cuando un día a principios de los noventa llegó un italiano al pueblo de su familia (Purén) para impartir clases de italiano. «Yo pensaba para qué podría servirme el italiano, pero igual me inscribí… al final, ese conocimiento me sirvió de base para trabajar en la Universidad de Siena».
El amor por la docencia la heredó de su abuela materna y su madre, ambas profesoras. Esta última era docente en una zona rural, gracias a lo cual María José creció en un entorno multicultural, donde la cultura mapuche era predominante, lo cual le hizo aprender a ver y razonar desde otro prisma.
– ¿Cómo crees que estas experiencias te han ayudado en tu vida?
– Fue importante para entender que hay gente diferente, y que en la diversidad está la riqueza. Entender que la realidad no es una sola, sino la interpretación que hacemos en base a nuestras creencias, valores y muchas veces la desconfianza hacia lo distinto. Crecer en ese entorno mis primeros años ha sido la base sobre la cual he podido saltar para llegar a todas las cosas que he hecho y conectar con la gente entornos diferentes.
– ¿Te imaginas volviendo al extranjero?
– El coronavirus me ha enseñado que el futuro es frágil, por lo cual no sé si volveré al extranjero en un corto plazo y me cuesta pensar en un lugar concreto donde estaré, pero lo principal es que me veo haciendo lo que me gusta, haciendo veinte mil cosas, sin importar las fronteras ni las distancias.
– ¿Cómo surge el interés por lo internacional?
– Yo creo que el gatillante de todo esto fue seguir mi vocación, mi constante afán por aprender, y seguir los consejos de mi corazón, dividido entre la docencia y la odontología.
¡Conoce otros testimonios de alumnos y académicos!